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Estudios sobre la historia del movimiento comunista en España

Guerra civil española (1936-1939)

Sobre las precauciones a tomar con las memorias

Una de las precauciones básicas que me he impuesto en el análisis de la biografía de Jesus Hernández es la de tener presente que las memorias propias siempre tienden a la autocomplacencia. Quizás las de Santiago Carrillo sean las que alcancen un grado sublime de autojustificación, y las de Hernández no sean una excepción, pero tampoco lo son las de ningún otro de los protagonistas de la generación de comunistas forjados en el mito de Octubre y arrasados en sus convicciones por la experiencia estalinista. Pongo un ejemplo: En su "Testimonio de dos guerras" (pág. 306), Manuel Tagüeña rememora la asamblea conjunta de las Academias Militares Frunze y Vorochilov en donde se trató, el 6 de mayo de 1944, la expulsión de Hernández:

“La obligada reunión del colectivo para tratar estos problemas se adelantó, dado que teníamos que salir de Moscú hacia nuestros destinos. Estuvieron presentes también los de la Academia Voroshilov (…) Asistieron Ignacio Gallego, Modesto y Líster (…) Los tres representaban al comité central, es decir, venían en calidad de fiscales, no a hacerse la autocrítica, sino a exigírnosla a nosotros. Gallego tuvo una actitud discreta, no así los generales, que ante un auditorio que les había oído muchas veces atacar e insultar a La Pasionaria y a Francisco Antón y elogiar a Jesús Hernández, no tuvieron inconveniente en pedimos que denunciáramos cualquier pequeño detalle que contribuyera a desenmascarar a los expulsados y a otros posibles traidores que hubieran colaborado con ellos en su labor contra el Partido, contra Dolores y contra la Unión Soviética (…) Era el momento para desenmascararlos diciendo en público todo lo que pensaba de ellos y de su ruin comportamiento, pero estaba claro que Dolores, completamente aislada, se estaba apoyando en ellos para aquella depuración, y hubiera sido yo el que saldría perdiendo. En definitiva, todos estábamos cogidos en una inmensa red y cada uno se defendía a su manera. Por eso me limité a salir del paso en mi intervención de la mejor manera posible; al fin y al cabo era cierto que yo no había intervenido en ninguna de las intrigas y me sentía limpio de culpa en los supuestos delitos que allí se estaban juzgando. Hubo en la reunión alguna insinuación malévola hacia mí y hacia mi mujer, por nuestra amistad con el matrimonio Castro, pero nadie se atrevió a achacarme algo concreto, lo que me hubiera obligado a defenderme atacando. De todos modos estaba claro que como mi actitud había sido incomprensible para ellos, pues no podían admitir mi falta de ambiciones políticas, no supieron por dónde atacarme”.

Sin embargo, el acta de la reunión atribuye a Tagüeña esta otra intervención:

“Me siento orgulloso de pertenecer a un Partido que marcha hacia adelante apartando los obstáculos (…) Está claro, como dice el camarada Gallego y lo ha dicho Modesto: lo que unía a Hernández y Castro era la ambición, aspiraban a ser jefes. Yo siempre he sentido antipatía por Jesús. Recuerdo que en España yo era amigo de un joven comunista que murió en el frente (...) Él tenía la convicción de que Jesús era confidente de la policía (…) Hernández ha hecho todo lo posible por colocar al Partido al borde de la catástrofe y su agitación entre la emigración creaba situaciones de intranquilidad y nos colocaba en callejones sin salida. He percibido que todo lo que dijo Hernández del acercamiento de militantes a España era un engaño, él deseaba "emigrar" de la URSS y crear un problema a la camarada Dolores. No lo planteó, sin embargo, tenía miedo a las consecuencias (…) Con Castro he tenido relaciones que han durado hasta este momento. La ambición le unía a Hernández, y cuando un hombre se coloca en el plano de la ambición desmedida, hasta llegar a atentar contra la autoridad de la camarada Dolores, este hombre está decidido a todos los crímenes (…) Yo a un camarada (...) le dije no es necesario estar de acuerdo para realizar un trabajo en contra del Partido, es suficiente en un momento determinado coincidir con determinadas posiciones. Esto me lo puedo aplicar como lección. La amistad debe ser política, hasta donde permiten las garantías políticas, y fuera de las fronteras políticas se acaba la amistad (...) Nada hay más querido que el Partido y la mayor honra es la de militar en él, ello es de vida o muerte (...) Hay que luchar por ser digno de la calidad de miembro del Partido”.



Es decir, existe en la literatura memorialística de los luego disidentes una clara tendencia a la proyección restrospectiva de sus diferencias, mas en otra vertiente es la misma que lleva a los ortodoxos a buscar en sus actuaciones remotas precedentes a sus frecuentes cambios de posición sin abandonar la "línea" correcta. Siempre he sido remiso a aceptar como válidas las explicaciones basadas en juicios personales. Hay una afirmación del historiador marxista británico E. P. Thompson que me parece enormemente acertada: ¿Por qué, según la descripción de los antropólogos, todo es sutileza y complejidad en los elaborados usos sociales de los nativos de las islas Tobriand y, sin embargo, según los historiadores clásicos, todo es brutalidad y simpleza en el comportamiento del proletario inglés del siglo XIX? O, trasladado a nuestro caso, ¿por qué lo que en Togliatti es producto de una fineza de análisis florentina en Hernández es fruto del despecho y la ambición personal?


Las relaciones entre ambos debieron verse teñidas, ciertamente, por una profunda antipatía mútua desde muy temprano: Ya en su informe del 25 de noviembre del 37 Alfredo se queja a la "Casa" de lo poco que se relacionan los ministros comunistas (Uribe y Hernández) con el resto de sus colegas, lo que achaca a la influencia sectaria ejercida por Luis (Vitorio Codovilla) sobre Dolores Ibárruri y el propio Hernández. Pero por debajo de la animadversión laten diferencias de naturaleza política: al transmitir los resultados de los trabajos del pleno del partido escribe: "La discusión ha sido desigual. Bien los miembros del Buró Político (con excepción de Jesús, que ha hecho una mala intervención sobre la US [Unión Soviética])". A Togliatti le choca de Hernández (y de otros) el chirrido permanente entre la aceptación obligada de la disciplina kominteriana (concorde a las necesidades de la geoestrategia soviética) y la voluntad mal refrenada de avanzar posiciones de poder. Como leninistas convencidos, a Hernández y otros, como José del Barrio -con el que se reencontrará en el movimiento proyugoslavo- el cuerpo les pide superar etapas: "Escriba al camarada Dimitrov - exclama Hernández y se recoge en el informe de 30 de julio del 37- y al camarada Manuilski, hágales venir aquí y comprobar lo hermoso que es el Frente Popular. Nos está costando sangre y nervios...". Del Barrio, por su parte (22 de abril de 1938) "ha perdido la cabeza (...) Se exige que el Partido tome en sus manos todo el aparato del Ministerio de la Guerra y todo el ejército; se orientan excesivamente en el ejército a la conquista de puestos de dirección".

No es esa la intención de la Komintern en abril del 38; es más, en esa fecha Stalin ha decidido que para mejorar sus relaciones con Gran Bretaña es preciso tranquilizar al gobierno de Su Majestad haciendo salir a los comunistas del gobierno español e impidiendo a sus colegas franceses entrar en el de su país. A Togliatti le toca transmitir a la dirección del PCE una consigna que causa "sorpresa". Hernández realiza una "intervención (...) en tono casi desesperado ()". Llega a equiparar la retirada gubernamental con una declaración de derrotismo. Togliatti no logra convencer al Buró español de llevar a la práctica la totalidad de la orden estaliniana y, dejado en una situación desairada por el éxito de la réplica de Hernández, ha de camuflar su fracaso a duras penas: "Vuestro consejo táctico, aunque no se ha puesto en práctica porque la situación actual no lo permite, hizo entender a los camaradas (...) que si no eliminaban las erróneas tendencias, corrían el riesgo de perder la orientación política acertada". Togliatti consigue, en última instancia, un asentimiento a medias: se sacrifica la presencia de un ministro comunista en el gabinete, y el sacrificado es, precisamente, Hernández.

La hostilidad entre ambos apenas se encubre ya en el periodo posterior. Togliatti atribuye al "Comisario General del Ejército de la zona Centro" (Hernández) el fracaso de la ofensiva de Extremadura para aliviar la ofensiva franquista contra Cataluña en diciembre del 38: "No estaba sobre el terreno en el periodo de su preparación, llegó el día mismo en que empezaba la operación y se volvió dos días después, precisamente en el momento crítico, cuando su presencia habría sido más necesaria". Pero el punto álgido llega con la huída del Buró Político desde Monóvar el 7 de marzo del 39, tras el golpe de Casado. Hernández, con Togliatti preso de los casadistas, ha de tomar medidas para enfrentarse a la situación que ha puesto fuera de la legalidad al PCE. Decide desmentir a la radio casadista, que propala la fuga de los dirigentes comunistas -incluído él-, dando a la luz un manifiesto en nombre del Buró Político con fecha 9 de marzo. De este documento dirá Alfredo: "Desde un punto de vista político coincide exactamente con el nuestro [él redacta uno que verá la luz con fecha del día 12], pero no contiene ningún ataque contra la Junta, mientras que en el nuestro se la acusa de crimen y traición y de haber actuado en interés de Franco y del extranjero. Nuestro documento fue juzgado demasiado violento por los camaradas que habían de imprimirlo y difundirlo". No es así exactamente: por boca de su "querido" camarada Stepanov (en su "Informe sobre las causas de la derrota de la República Esañola") sabemos que el manifiesto de Togliatti levantó indignación entre la propia dirección comunista refugiada en Paris, por su contenido confuso próximo al derrotismo, hasta el punto de que, por mayoría, se decidirá desaconsejar su publicación en L´Humanité.

Un análisis comparado de ambos textos no puede dejar de hallar concordancias (el elogio de la unidad del Frente Popular y la necesidad de restablecer la legalidad del partido, la reivindicación de la presencia y continuidad de la dirección del PC en el interior de la zona leal, el rechazo a la actuación del Consejo Nacional de Defensa...) pero, así mismo, profundas diferencias, y no de matiz: mientras el de Hernández llama a mantener posiciones de fuerza ("Ordenamos a todos nuestros camaradas en el Ejército que bajo ningún concepto acepten el desarme de su unidad o resignen el mando, ya que esas órdenes solo el enemigo o la provocación pueden dictarlas") el de Togliatti apuesta por una labor de persuasión inerme (los dirigentes comunistas "se acercarán inmediatamente a los dirigentes de otros partidos y organizaciones antifascistas (...) y les convencerán de la necesidad de presionar sobre el Consejo para que tome otro camino..."); mientras que el de Hernández advierte con el uso de la fuerza ( "Lo mismo que en Madrid los militantes comunistas (...) se han visto obligados a hacer uso de las armas para defenderse, en todo el país, de no cesar esa provocación, pueden producirse hechos semejantes que somo los primeros en lamentar"), el de Togliatti cede la iniciativa a la propia Junta [la del "crimen" y la "traición"], que habrá de decidir o no si quiere a los comunistas en su seno ( "El PC está dispuesto a enviar su representación al seno del Consejo de Defensa a condición de que este sea reorganizado de tal manera que signifique una condena abierta de la política de represión y reacción seguida hasta hoy y la vuelta a una política de unidad, de orden, de disciplina y de Frente Popular").

La iniciativa de Hernández, inédita ciertamente, no se toma solo ante la ausencia de los órganos de dirección del partido, si no en contradicción con la línea determinada por la asesoría kominteriana, que ya da por amortizada la resistencia republicana en los prolegómenos del pacto germano-soviético. Se lo harán pagar años más tarde: en 1944, Stepanov citará, en los alegatos para su expulsión ante el Comité Central del PCE en Moscú, que desde 1938, cuando José Díaz fue evacuado a la URSS para ser tratado de su cáncer de estómago, Hernández se había postulado para ocupar su lugar, siendo uno de los rasgos que le caracterizaba que "quería tener su línea política".

Togliatti y los últimos días del PCE en 1939

Sobre la famosa reunión en el aeródromo de Monóvar, la versión de Tagüeña no es del todo precisa , porque él no está presente en la reunión del Buró Político donde Togliatti formula la célebre pregunta a Lister y Modesto sobre si era posible mantener la resitencia, dado que Tagüeña no pertenece a este órgano, si no a la Comisión ejecutiva de las JSU. En cambio, Pedro Checa, como responsable de organización, sí está presente, y en el informe que eleva a la dirección del partido en junio de 1939 dice lo siguiente:

"A la noche [del 6 de marzo] celebramos una reunión del Buró Político en el aeródromo de Monóvar. Asisten Uribe, Delicado, Alfredo, Angelín, Modesto, Líster, Castro, Delage, Benigno, Melchor, Moix y yo.Checa abre la reunión y plantea tres puntos (…) que son: Primero, posición del Partido ante la Junta de Defensa; segundo, evacuación de camaradas; tercero, dirección del Partido (…) Interviene a continuación Alfredo, que lo hace con más amplitud en torno a estos tres puntos; a continuación todos los camaradas que participan en la reunión sin aportar nada nuevo desde el punto de vista práctico (…). A una consulta que Alfredo hace a los camaradas militares sobre si el Partido tenía fuerza para hacerse con la situación, todos ellos contestan que no, en absoluto. Lister dice que no solo ahora, pero jamás la tuvo el Partido solo, para ello".

Es decir, la pregunta no es inespecíficamente "si el PCE había desaprovechado alguna ocasión de tomar el poder", si no si el partido podía o no, en ese preciso momento, revertir la situación con sus propias fuerzas. Así lo plantea el propio Togliatti en su informe de fecha 21 de mayo del 39 (y lo ratifica Stepanov, con alguna variante, en su informe sobre las causas de la derrota republicana):

"Plantée a Modesto y a Líster la cuestión de si consideraban posible, militarmente, volver a hacerse con la situación. Ambos respondieron que no era posible y que el partido, solo y privado del apoyo del gobierno, no podía hacer nada".

Evidentemente, Togliatti se estaba arropando en el dictamen de los supuestos "expertos" militares del partido para condonar la decisión de levantar el vuelo por parte de la mayor parte de la dirección del PCE, pero ¿realmente no había otra posibilidad? Otros testimonios coetáneos plantean una situación que pudo haber sido muy distinta. El jefe del XIV Cuerpo de guerrilleros, Domingo Ungría, junto con "El Campesino", Pedro Padilla y Valentín González relatan en su informe:

“Durante la noche [del 5 de marzo] tuvimos varios enlaces con el camarada Hernández a través de los cuales se iba perfilando cuál debía ser nuestra actuación y durante este tiempo se hizo un plan de ataque combinado con tanques, infantería y un tren blindado que disponía de cañones de 8,8 y que situado en un punto estratégico le habríamos de utilizar como artillería. La operación preveía un orden de aproximación simultáneo y dos direcciones de ataque fundamentales que tenían como objetivo tomar el grupo de Ejércitos y apoderarse de Valencia. Al frente de las fuerzas que atacarían el Grupo de Ejércitos irían El Campesino y González, y con las segundas Buitrago y V. García.

En la madrugada del día 6 Hernández dio por teléfono la señal convenida para hacer el orden de aproximación, la orden fue transmitida a tanques dándole el punto de concentración y la infantería fue alertada y terminada de armar con fusiles ametralladores, el tren recibía orden de salir de Levante y situarse en el punto convenido. Una hora más tarde aproximadamente se recibió orden de Jesús por conducto de Montoliú de suspender la maniobra, así pues hubo que transmitirla a Tanques y el tren que ya tenían el material en camino y que hubieron de volverse a sus bases de partida".

La detención del contragolpe se debió a las conversaciones mantenidas entre la dirección del PCE en Levante, encabezada por Hernández, y el general Menéndez, poco favorable en principio a perseguir a los comunistas. Francisco Ciutat, teniente coronel jefe de Operaciones del Ejército de Levante, redacta su informe en Paris, el 3 de mayo de 1939. En él recoge el planteamiento de las negociaciones con Menéndez, sin abandonar la advertencia del recurso a la fuerza si no se alcanzaran las reivindicaciones del partido:

“Llegamos al chalet donde estaban Jesús Hernández, Palau, Larrañaga, Pérez, Francisco Ortega, Manuel Cristóbal y otros (…) Se informó de la situación y acuerdos tomados con Menéndez (…) Luego de alguna discusión, examinando todos los extremos conocidos de la situación general, la delegación del CC de nuestro Partido acordó:

1/ Estimar conveniente las condiciones fijadas en el acuerdo con el general Menéndez.

2/ que era necesario que se mantuviesen los acuerdos, sin permitir que se tomase ninguna medida de represalia contra el XXII CE, cuyas fuerzas debían mantenerse en los lugares que ocupaban (cortando la comunicación Valencia- Madrid por Cuenca), pero a las que el P. ordenaba no impedir hasta nueva orden el movimiento de vehículos por la carretera, oponiéndose solo a todo desplazamiento de fuerzas. Es decir, sin retirarse de las posiciones ocupadas por las fuerzas del Partido, evitar hasta las 14.00 toda acción ofensiva por nuestra parte.

3/ estudiar un plan de acción conjunto de acción combinada de las fuerzas militares del Partido. Este plan debía ser puesto en ejecución al expirar el plazo fijado (las 14:00 del 10/3).

[Las Unidades bajo la dirección inmediata del Partido eran: División 19, al mando de Juanín, en Tarancón; Agrupación Toral, en Ciudad Real; XXII CE, al mando de Ibarrola, de las que las brigadas 206, 277 y 223 al mando de Artemio Precioso habían sido enviadas a Cartagena; División de tanques, con base en Calasparra; División 15 del XXI Cuerpo de Ejército]. El plan del Partido consistía en disponer las fuerzas referidas de tal modo que pudieran ser lanzadas sobre Madrid para aplastar a la Junta o sobre la zona del litoral levantino entre Valencia y Cartagena para asegurar sólidamente los puertos. Se preveía también la ocupación o bloqueo de Valencia (aunque) el ataque a Valencia se consideraba inoportuno, era una operación que habría de ser lenta y costosa (...) En resumen, de las 11-12 divisiones que había en Levante podía contarse rápidamente con la 15 y la de Tanques".

Parece, pues, que sí existían fuerzas suficientes para parar el golpe y condicionar en una medida ciertamente eficaz la política del Consejo de Defensa en Levante, mientras en Madrid se le acorralaba en el búnker del Ministerio de Hacienda. La cuestión, entonces, era si eso interesaba ya a Togliatti y a quienes le transmitían las directrices. Muestra de por dónde iban los tiros lo recoge el informe de Fernando Montoliú, comisionado por Hernández para negociar con Miaja en Madrid:

“[Fuimos a ver a los consejeros soviéticos y] si mal no recuerdo, Hernández habló de aplastar a la Junta, sin embargo el tovarich con mucha calma planteó una serie de cuestiones y entre ellas que yo me acuerde eran aproximadamente estas:

…Veamos: ¿qué fuerzas se han sublevado? ¿Con quien contamos? ¿Cómo se encuentran nuestros camaradas? ¿Qué posiciones ocupan? Estas y otras varias cuestiones fueron planteadas relajadamente y calmosamente. La conclusión primera fue aproximadamente la siguiente:

¿Qué hacer y que posición toma el gobierno legal ante tal situación? Esta es una de las primeras cosas que debemos saber. Qué actitud debe tomar el Partido. Lo primero es conocer el estado de cada una de las fuerzas en presencia. Hay que poner en movimiento el Partido. Hay que conocer más detalles.

En cuanto a los camaradas del Partido coincidimos todos que en general sus unidades querían continuar la lucha. No recuerdo en qué momento preciso apareció Larrañaga. Con todos los elementos que teníamos en mano volvimos a casa de los tovarich a eso de las cinco de la tarde. Si mal no recuerdo ello ya habían tomado contacto con Madrid y tenían una idea aproximadamente exacta de cómo se encontraba la situación. Al entrar en la habitación el camarada responsable de los consejeros leía la Historia del Partido, el resto recogía y quemaba papeles, otros preparaban maletas.

(…) El general volvió a preguntar: ¿qué actitud era la del gobierno legal? Se discutió un buen rato (…) me acuerdo que dijo: Hay que tomar contacto a todo precio con el gobierno. Por intermediación de sus subalternos se consiguió tomar contacto con Negrín y si mal no me acuerdo con Uribe que se encontraban en un aeródromo preparados para salir de España

[Conversación con Negrín]

-Hernández: Señor presidente ¿qué hacemos?

-…espere un momento, que estamos discutiendo; por el momento nada, dijo Negrín.

-H: Bueno es que aquí la situación la tenemos de la mano y si Ud, lo ordena podemos aplastarlos.

-El gobierno está reunido para ver qué actitud se adopta, prosiguió Negrín.

De esto es de todo lo que me acuerdo.

Terminada la conferencia telefónica Hernández sugirió la idea de “aplastarlos”. El general que había cerrado el libro tardó en responder y después de reflexionar dijo aproximadamente estas palabras: Hay que tratar de ver claro, Hernández. La junta está constituida por todos los partidos y fuerzas que fueron nuestra aliadas. El gobierno de Negrín no quiere luchar. El Partido se encuentra solo y aislado. En estas condiciones no podemos enviar nuestras fuerzas a la lucha. Luchar en dos frentes contra el franquismo y contra la Junta constituida por los socialistas, anarquistas y republicanos es una tarea superior a nuestras fuerzas. En estas condiciones, los sublevados apareceríamos nosotros ante los ojos del pueblo. A mi forma de ver lo que hay que hacer es tratar de llegar a un acuerdo con la Junta. Llegar con ellos a un compromiso. Tratar de salvar el Partido y el Ejército.

Esto es mal reflejado lo que dijo este tío y con estas ideas salimos de su casa no volviéndolos a ver más (al menos yo)".

No había, por parte soviética, mayor interés en prolongar la agonía de la República española. Y, a pesar de contar con una fuerza militar no despreciable, el "Partido de la resistencia" es inducido a arrojar la toalla. Vuelve a hablar Ciutat:

"Cerca de las 20:00 del día 10, informados los camaradas que representaban la dirección del P. del estado de la situación y estudiada esta, se llegó a conclusiones que creo poder resumir así:

A. No hay datos exactos de la situación en Madrid que la Junta dice haber dominado por completo.

B. Se observan síntomas de debilidad en las unidades del XXII CE.

C. La primera respuesta de la Junta trasmitida por Matallana es insatisfactoria y poco concreta, pero constituye un paso favorable.

D. Dado el estado moral de las fuerzas era necesario o precipitar rápidamente los acontecimientos o restituirla a la normalidad. De otro modo había peligro de que se descompusiera rápidamente.

E. Los objetivos de la lucha armada en el momento aquel pudieran consistir en:

- apoderarse del poder.

- libertar a los camaradas presos y asegurar la evacuación de los cuadros del partido y de los leales ocupando los puertos y asegurándose su defensa. Con eso impedir que la Junta entregara a los comunistas a Franco.

La liberación de los camaradas presos se consideraba como un objetivo necesario e imprescindible.

En relación con los objetivos máximo y mínimo se consideraba:

1- la conquista del poder no tenía ya objeto pues se había llegado a una situación después de la traición de la Junta y de la huída de la Flota, en que toda resistencia sería estéril y el enemigo no parece dispuesto a conceder ninguna condición favorable en la paz que se busca. No interesa políticamente al Partido que bajo un gobierno comunista se desarrollen los últimos acontecimientos de la descomposición y de la derrota militar ya inevitable.

Es preferible que los traidores suscriban con su nombre ante la Historia el periodo vergonzoso a que han llevado a la República. Es por el contrario de interés para el Partido no tener nada que ver con las jornadas de claudicación, quedando completamente a salvo de responsabilidades históricas que pudieran debilitar en el futuro el prestigio del partido cuya historia militar durante la guerra quedaría indeleblemente unida a la defensa de Irun, a la epopeya de Madrid, a la resistencia del Norte, a la victoria de Teruel, a la defensa de Valencia, a la gran batalla del Ebro. No interesa al partido intervenir en la derrota.

Para lograr el objetivo mínimo no era ya absolutamente necesaria la lucha armada (…) En el chalet, Uribes entró en un cuarto donde estaba al parecer Alfredo con Hernández (…) Al cabo de un rato bastante largo, salieron Hernández y Uribes y el primero expuso poco más o menos lo que cabo de resumir. No hubo objeciones… Como dije antes, en aquella reunión que presidió Hernández estuvieron presentes Francisco Ortega, J.A Uribes, Manuel Cristóbal, Jesús Larrañaga, Palau, González, Pérez, Recadero, Ciutat y Segis. Alfredo no asistió a la reunión, aunque me dijeron que estuvo reunido previamente con Hernández, Uribes y otros. Yo no puedo asegurar si ví o no personalmente aquella noche Alfredo en el chalet”.

Al parecer, Togliatti había retomado las riendas y reconducía la situación, bordeando cualquier tentación resistencialista. No me resisto a transcribir lo que quizás fueron sus últimas directrices en España, según el informe de Montoliú, bastante alejadas, por cierto, de la solemnidad de las grandes citas:

“Bueno, camaradas, el momento de separarnos ha llegado. Vuestra misión es manteneros al frente del Partido mientras haya hombres en pie de guerra. Después, tratad de salvaros si podéis”. Togliatti habló de la manera de llegar a pie hasta Francia y con su habitual tranquilidad y siempre del mismo carácter indicó una serie de caminos a seguir. Lo que más me acuerdo es que con frecuencia decía “por el Priorato” Es la primera vez que yo oía hablar del Priorato.

Y se puso a explicarnos toda una técnica de cómo se podían coger las gallinas de un gallinero sin despertarlas. Entre broma y serio dijo aproximadamente lo siguiente: “Las gallinas cuando duermen están subidas en unos palos. Si entras y tratas de cogerlas se despiertan y hacen mucho ruido. Las gallinas no pueden dormir con nada encima de las patas, luego entonces, sin alumbrar, sin ruido y muy despacio hay que ponerlas una mano encima de la pata y automáticamente y sin despertarse saca sus patas para ponerse encima de la mano”. Después, y sonriendo, hacía el gesto de meter la cabeza de la gallina debajo del sobaco”.