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Estudios sobre la historia del movimiento comunista en España

Informe de Fernando Montoliú sobre los acontecimientos finales de la guerra civil, desde el golpe de Casado ( I )

Informe de Fernando Montoliú sobre los acontecimientos finales de la guerra civil, desde el golpe de Casado ( I ) “Vivíamos una serie de camaradas, todos ellos comisarios políticos, en una casa de los alrededores de Valencia. Los nombres de todos ellos no me vienen a la memoria pero todos estábamos afectados al Comisariado General cuyo cargo principal ocupaba Hernández.
Una mañana de buena hora al poner la radio para oír las informaciones, oímos la lectura del llamamiento de la junta de Casado en el que se hablaba del fin de la guerra y la paz honrosa. Todos los allí presentes fuimos sorprendidos ante tal acontecimiento y cosa natural empezaron los comentarios..
Acto seguido me dirigí a la casa que habitaba Hernández y allí en la cama se encontraba con la famosa Pili.
Le expliqué lo que acabábamos de oír quedando un poco perplejo. Se vistió y me invitó a seguirle. Montamos en su coche y nos dirigimos hacia otra tienda donde se encontraban los camaradas consejeros soviéticos. Después de las presentaciones me invitaron de nuevo a repetir lo oído por Radio y así lo hice de nuevo.

Un camarada, supongo el responsable de todos ellos, dijo: “Ahora comprendo por qué no tenemos contacto con nuestros camaradas en Madrid”. Ordenó de nuevo se tratara de tomar contacto y una de las personas allí presentes se desplazó a otra habitación volviendo unos minutos más tarde y dijo: “No responden”.
Esto terminó de confirmar que algo anormal sucedía y prácticamente aquello se transformó en una reunión.
Si mal no recuerdo Hernández habló de aplastar a la Junta sin embargo el tovarich con mucha calma planteó una serie de cuestiones y entre ellas que yo me acuerde eran aproximadamente estas:
...Veamos. ¿Qué fuerzas se han sublevado? ¿Con quién contamos? ¿Cómo se encuentran nuestros camaradas? ¿Qué posiciones ocupan? Estas y otras varias cuestiones fueron planteadas reposadamente y calmosamente. Su conclusión primera fue aproximadamente la siguiente: “¿Qué hace y qué posición toma el Gobierno legal ante tal situación?” Esta es una de las primeras cosas que debemos saber. ¿Qué actitud debe adoptar el Partido? Lo primero es concretar el estado real de cada una de las fuerzas en presencia. Hay que poner en conocimiento del Partido. Hay que conocer más detalles”.
Y con esta idea salimos de allí.

Acto seguido nos dirigimos al E.M. del Ejército donde había muy poco entusiasmo y caras muy largas. Hablamos con algunos oficiales entre los que encontramos jefes que querían resistir y otros que pensaban más e marchar que en otra cosa.
Decidimos visitar las unidades del frente de Levante (...) La de tanques que tenía buena moral y dispuesta al combate (recuerdo vagamente Sendín) (...) Al regresar al lugar donde se había establecido el Partido algunas de las carreteras estaban ocupadas por una brigada de carabineros afortunadamente indiferente a todo lo que sucedía. Cada uno de nosotros informamos del resultado de nuestra visita, moral de la tropa, disposición de los camaradas, etc. En cuanto a los camaradas del Partido coincidimos todos que en general sus unidades querían continuar la lucha. No me acuerdo en qué momento preciso apareció Larrañaga. Con todos los elementos que teníamos en mano volvimos a la casa de los tovarich a eso de las cinco de la tarde. Si mal no recuerdo ellos ya habían tenido contacto con Madrid y tenían una idea aproximadamente exacta de cómo se encontraba la situación.

Al entrar en la habitación el camarada responsable de los consejeros leía la historia del Partido, el resto rompía y quemaba papeles, otros preparaban maletas...
Volvimos a [informar del] estado del estado de nuestras fuerzas. El general volvió a preguntar: ¿Qué actitud es la del gobierno legal? Se discutió un buen rato [y] me acuerdo que dijo: “Hay que tomar contacto a todo precio con el gobierno”. Por intermediario de un subalterno se consiguió tomar contacto con Negrín y si mal no recuerdo con Uribe que se encontraban en un aeródromo preparados para salir de España.
De la conversación solo me acuerdo de esto aproximadamente:

Hernández: Señor Presidente ¿Qué hacemos?
Espere un momento que estamos discutiendo; por el momento, nada, dijo Negrín.
H: Bueno, es que aquí la situación la tenemos en la mano y si Usted lo ordena podemos aplastarlos.
El gobierno está reunido para ver que actitud se adopta, respondió Negrín.
De esto es todo lo que me acuerdo.

Terminada la conferencia telefónica Hernández sugirió la idea de “aplastarlos”.
El general que había cerrado el libro tardó en responder y después de reflexionar dijo aproximadamente estas palabras: “Hay que tratar de ver claro, Hernández” “La junta está constituida por todos los partidos y fuerzas que fueron nuestros aliados. El gobierno de Negrín no quiere luchar. El Partido se encuentra solo y aislado. En estas condiciones no podemos enviar nuestras fuerzas a la lucha. Luchar en dos frentes contra el franquismo y contra la junta constituida por los socialistas, anarquistas y republicanos es una tarea superior a nuestras fuerzas. En estas condiciones los sublevados apareceríamos nosotros ante los ojos del pueblo. A mi forma de ver lo que hay que hacer es tratar de llegar a un acuerdo con la Junta. Llegar con ellos a un compromiso. Intentar de salvar al Partido y al Ejército”.
Esto es mal reflejado lo que decía este tío y con estas ideas salimos de su casa no volviéndoles a ver más (al menos yo).

Volvimos a nuestra casa (del Partido) y poco a poco iban llegando más camaradas.
No puedo acordarme en qué momento preciso llegaron todos ellos sin embargo me acuerdo de algunos nombres con los cuales se formó un centro de decisión.
En un momento determinado nos encontrábamos los siguientes camaradas:
Togliatti, Checa, Larrañaga, Sosa, Montoliú, creo Navarro Ballesteros y claro también Hernández.
Este centro de decisión tuvo una reunión donde se acordó dirigir un llamamiento al país y estudió las medidas a adoptar con relación a la nueva situación.
Entre otras cosas, se acordó visitar al coronel Burillo que si mal no recuerdo había sido nombrado por la Junta comandante militar de la plaza de Valencia. Para esta visita se designó al camarada Checa al que acompañaba Montoliú a fin de llegar a un acuerdo con la Junta. Supongo que Checa habrá informado de esto al Partido ya que Burillo no quiso verme.

Al presentarnos y anunciarle la [presencia] de los miembros del Partido que le pedían una entrevista salió el capitán ayudante y dijo “que entre Checa, a Montoliú no quiero verle” (seguramente a causa de que un día, siendo organizador del partido en el Ejército de Extremadura [supe que] tenía una carta cerrada dirigida al general Queipo de Llano y que a su debido tiempo comuniqué al CC; supongo que él llegó a saberlo).
Al salir Checa me hizo saber la animadversión de Burillo hacia mí.
No puedo acordarme si fue antes o después de esta visita se tomó el acuerdo de tomar contacto con el C. Provincial del Partido en Madrid. En la reunión se acordó a propuesta de Larrañaga que en aquellas circunstancias el más indicado era el camarada Montoliú.

Acto seguido empezaron los preparativos para el viaje y la puesta en marcha. Así que salí para Madrid a una fecha y hora que no puedo determinar para tomar contacto con el Comité Provincial de Madrid.
El objetivo era informarme de cómo se encontraba la situación. La orientación con lo de llegar a un compromiso con la Junta a fin de tratar de salvar el Ejército y el Partido. Ver la posibilidad de una retirada organizada de todas las fuerzas antifranquistas. En una palabra, impedir que la junta se sirviera de entregar los comunistas a Franco en pago a su traición.

En paso hacia Madrid y no me acuerdo, supe que Miaja tenía establecido un estado mayor en la provincia de Cuenca. Al mismo tiempo supe que no lejos de allí Juanín con su división estaban estacionados.
En aquellos momentos y no puedo acordarme de cómo fue, apareció un camarada comandante que creo se llama Carro que me acompañó durante algún tiempo y que luego perdí de vista sin acordarme dónde.
Decidí visitar a [Juanín] a quien me parece que no conocía pero que me recibió bastante bien al identificarme.
Su división estaba impregnada de buena moral y en buen estado de organización. Le refiero a Juanín la situación y cómo el Partido luchaba para encontrarle una salida y con él se determinó lo primero que había que hacer en aquel momento preciso.
Se acordó tomar contacto con el general Miaja. Puso manos a la obra Juanín, cogió el teléfono y llamó al EM pidiendo hablara con el general. Cuando este se puso al teléfono Juanín le dijo que un miembro de la dirección del Partido deseaba verle. Miaja respondió que no podía recibirle. Después de insistirle varias veces, habiéndole dicho que tenía proposiciones importantes a hacerle, que eran cosas que interesaban a todo el ejército y al pueblo, Miaja aceptó de recibir la delegación del Partido. Carro me acompañó.

Pero antes de ponernos en camino se estableció por teléfono el diálogo siguiente (aproximadamente) entre Juanín y el general Miaja:
Juanín: Mi general, aquí hay un miembro de la dirección del Partido que desea verle.
Miaja: Yo no puedo recibirle.
Juanin: Son cosas que nos afectan a todos, al Ejército y al pueblo, y Usía debe recibirle.
Miaja: Bueno, que venga.
Juanín: Mi general, ¿qué garantías me da Usía que no se le detiene?
Miaja: Mi palabra de general.
J: Espere un momento mi general.
J. se dirige a mí y me pregunta cuánto tiempo necesito para discutir con Miaja.
M: Eso no se puede precisar exactamente, todo depende del curso que tome la discusión.
Pongamos 15 minutos ir, 15 minutos volver y media hora para discutir. Digamos una hora.
Juanín: Al general que esperaba al teléfono. Mi general, una hora es suficiente al camarada. Fijamos u plazo a una hora.
Miaja: Se acuerda por una hora.
Juanín: Mi general, Usía sabe bien que yo soy miembro del Partido Comunista y que me debo a él y de acuerdo con la dirección de mi partido si el camarada no está de vuelta dentro de una hora me veré obligado de avanzar con mi división y si hay lugar, tomar el EM al asalto.
Miaja: Vuelvo a repetirle que doy mi palabra de general.
Juanín: Bueno mi general, es tal hora (no puedo precisar la hora exacta) y si a tal hora no ha vuelto este de regreso cumpliré con mi deber de comunista pasando al ataque (el plan fue determinado de común acuerdo con Juanín).

Al relatar este episodio varios años más tarde no puedo impedirme de secarme las lágrimas que me vienen a los ojos.
Acompañado del camarada Carro nos pusimos en marcha hacia el EM del general Miaja.
Al llegar a la puerta de la finca que ocupaba el general un oficial de su EM nos esperaba.
Acto seguido nos introdujo sin pérdida de tiempo a una gran sala donde rodeando a Miaja había más oficiales y un hombre de civil que resultó ser González Marín de la CNT.
Me presenté como un representante de la dirección del Partido Comunista y sin darme lugar a exponer el objeto de la visita me cortaron la palabra, tanto Miaja como González Marín diciéndome que el Partido Comunista no existía y que los dirigentes habían huido al extranjero (noticia dada por la radio). Aquellas palabras tuvieron en mí el efecto de una puñalada y al mismo tiempo tuvieron en mí el efecto de un resorte que puso en movimiento todo mi cuerpo, y mi reacción fue en proporción a mi indignación.
La discusión tomó aproximadamente esta forma (Carro es posible que se acuerde mejor que yo):

Nosotros: Esa es una de tantas infamias lanzadas contra el Partido Comunista. El Buró Político no ha huido ni huye ante el enemigo. El BP se encuentra en estos momentos frente a vosotros.
La discusión fue tomando de más en más un carácter acalorado principalmente con González Marín que llevaba la voz cantante.
Intervino de nuevo Miaja para negar una vez más la existencia del Partido citando los nombres de los camaradas dirigentes que habían “huido” al extranjero. En el acaloramiento de la discusión y en defensa del honor revolucionarios del Partido me vinieron a la cabeza unas ideas que no se si las había leído en algún texto nuestro o nacieron, en ese momento esencial, en mi cabeza.
Nosotros: (...) Podéis detener al BP, a Pasionaria y a los demás camaradas para entregarlos atados de pies y manos al fascismo. Esa es la moneda que exige el fascismo para llegar a la “paz honrosa”.
Según vosotros que el PC tiene la respuesta que corresponde a cada situación y si bien es cierto que el BP ha estimado necesario tener que partir de España una parte de la dirección que [nombra] el Partido continua [a existir] y en estos momentos me cabe el honor de hablarles en nombre del Buró Político del Partido Comunista (en realidad nadie me había atribuido tal “honor”, sino que yo mismo me lo atribuí porque estimé que las circunstancias frente al enemigo me dictaban de hacerlo).
Todo esto en términos acalorados y por momentos muy violentos principalmente con González Marín (a quien nos conocíamos de la CNT). Me es imposible poderme acordar de todo lo que se discutió, no obstante puedo precisar que en un momento determinado y señalándole con el dedo a González Marín le acusé ante todo el mundo de traición y le dije aproximadamente estas palabras:
“Este es el papel que te mandan jugar los ingleses”. Lo que valió la intervención de Miaja que dijo: “Así es, los que mandan son los ingleses”.
La discusión se hacía interminable y en el acaloramiento por nuestra parte se empleó un lenguaje duro.
Sostenían que la “paz honrosa” era un bien para el fin de la guerra y que el franquismo respetaría los acuerdos.
El Partido mantenía la necesidad de terminar juntos la guerra. Juntos hemos empezado y juntos debemos terminar.
“Hay que pensar en la suerte de soldados que están peleando desde el primer día por la defensa de la República y que no se les puede entregar indefensos al franquismo”.
Con aquella junta entregada a la traición no se podía llegar a un acuerdo. “Habían roto la unidad antifranquista y se deslizaron completamente por el camino de la capitulación. Ante esta discusión sin salida un hombre que había permanecido a pie firme miraba de tiempo a tiempo el reloj. Era un coronel jefe de EM de Miaja. Como esto era el síntoma de [enervamiento] esto me hizo pensar en la orden que le había dado a Juanín.

Hice saber que necesitaba un salvoconducto para poderme desplazar hasta Madrid.
González Marín era completamente opuesto a que me fuese dado, por el contrario comprendí que ene aquella hora patética Miaja comenzaba a vacilar.
Miré el reloj y vi que la hora de tomar una decisión había llegado. Hubo un momento de silencio que aproveché para recordarles que la división de Juanín estaba preparada para intervenir.
Me levanté y creo que sus palabras fueron aproximadamente estas:
¡La hora ha llegado!
El coronel que siempre había permanecido de pie tomó la palabra y mirando una vez más el reloj dijo: “Mi general, ¿qué hacemos?”.
Miaja respondió: “Que se le haga un salvoconducto”.
El coronel se dirigió a una máquina de escribir que allí mismo había y escribió aproximadamente lo que sigue:

“Autorizo al señor Montoliú para que pueda desplazarse libremente por todo el territorio de nuestro mando y ordeno a las fuerzas a mis órdenes se den las facilidades necesarias en el cumplimiento de la importante misión de paz”.

Este documento fue redactado por el coronel en persona sin tomar consejo de nadie. Se lo pasó al general Miaja quien lo leyó y sin dárselo a leer a nadie más, lo firmó y me lo entregó.

Salimos del EM y aquí y en honor a la verdad quiero decir lo siguiente, reflejo del estado de ánimo en aquellos momentos. (No se por qué de todo aquello una idea fija me venía a la cabeza y no podía deshacerme de ella. A pesar de mis esfuerzos no podía deshacerme de ella y no me avergüenzo de decir que durante algunos momentos pesaba en mí más que todo lo que sucedía. Pensando en (…) todo lo discutido me embargaba una serie de temores: “¿Pero qué idea la mía de atribuirme esa responsabilidad? ¿Quién me mandaría meterme en camisas de once varas? ¿Qué dirán los camaradas cuando les diga lo que dije? ¿Será justo? ¿Será injusto?” (…) “Tiene que ser justo. Ante el enemigo un comunista no puede reaccionar de otra manera”. (…) Unas veces contento y otras veces temeroso y avergonzado me invadió una especie de obsesión que me absorbía una gran parte de mis pensamientos y que dada la gravedad de la situación y la importancia de las tareas a realizar me dio ánimos para continuar y poderlas [alcanzar] (…) hasta que explicando en Valencia a los camaradas lo que me había visto obligado a hacer Togliatti y Checa aprobaron. Esto me tranquilizó).

Con el salvoconducto de Miaja y acompañado de Carro volvimos al puesto de mando de Juanín. Y en el camino de regreso encontramos unidades del ejército que avanzaban lentamente hacia el EM del general Miaja. Eran las fuerzas de Juanín.
Al encontrarnos de nuevo Juanín me dijo: “Camarada, cumpliendo las instrucciones del Partido y viendo que el tiempo pasaba he ordenado el despliegue de las fuerzas para cumplir con mi misión de comunista”.
No se lo que ha sido de este camarada, pero en honor de la verdad debo decir que en él encontré uno de los casos de mayor firmeza, disciplina y lealtad al Partido en aquellos momentos.
Juanín ordeno el repliegue de las unidades que estaban avanzando.
Nos despedimos y con Carro proseguimos nuestro viaje hacia Madrid.

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