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Estudios sobre la historia del movimiento comunista en España

Fundación y primeros años (1920-1931)

Fragmentos de las memorias de Vicente Uribe: el PCE y las Juventudes Comunistas en Vizcaya en los años 20 (IV)

Fragmentos de las memorias de Vicente Uribe: el PCE y las Juventudes Comunistas en Vizcaya en los años 20 (IV) (En aquella época la oposición a la guerra de Marruecos era general, pero salvo el PCE el resto de partidos apenas llevaba a acabo alguna acción práctica contra ella). Una característica de aquel periodo entre la juventud era la tendencia a no ir al servicio militar, la guerra y la negra perspectiva de 3 años de servicio en filas inducían a muchos a marcharse fuera de España para rehuir el servicio. Los casos de prófugos eran más densos después del sorteo entre los que por el mismo habían sido designados para las guarniciones de África. Entre ellos había también muchos jóvenes comunistas y simpatizantes. [A Uribe le destinaron al regimiento Garellano donde] un rasgo característico era el elevado porcentaje de soldados cuotas, (…) unos por cinco meses y otros por diez meses, escalonados en los tres años de servicio. Unos y otros tenían este servicio reducido y estaban excluidos en el régimen general de ir a África mediante una aportación monetaria. Pero la guerra les perjudicaba enormemente, pues no obstante pagar una seria cantidad de dinero, tenían que ir también a África, aunque su estancia en Marruecos era más corta que la de otros soldados. [Sigue el relato de varias acciones de protesta interna de los soldados contra la guerra].
(…) Durante la Dictadura de Berenguer [se publicó] un artículo de Hernández, miembro de hecho de la dirección del Partido, en relación con el movimiento contra la Monarquía y a favor de la República, que ya había empezado a tomar cuerpo en España. Si mal no recuerdo, el contenido de dicho artículo hablaba más o menos de que la República, como iba a ser burguesa, era asunto de la burguesía y por lo tanto que la clase obrera no tenía nada que ver con su advenimiento, según se razonaba en el citado artículo publicado en el órgano oficial del Partido entonces.
[Praga, 20 de octubre de 1959].
[Con la proclamación de la República, el PCE volvió a la legalidad, aunque sus fuerzas eran escasas]. En Baracaldo, por ejemplo, (…) teníamos 15 afiliados al Partido; en la Juventud teníamos 70 u 80 auténticos jóvenes. En Sestao sucedía lo propio, aunque el número de afiliados era mayor. El grueso de los electores que habían depositado su confianza en el Partido en ocasión de un acto político tan importante como las elecciones constituyentes lo componían en su mayor parte obreros que habían pasado por el Partido o por la Juventud y que a través de todas las vicisitudes, se mantenían en una actitud de fidelidad revolucionaria para el Partido. (…)
Como elemento de juicio sobre la mentalidad y preocupaciones de algunos viejos militantes del Partido en esta época, puedo ofrecer el siguiente hecho muy expresivo a mi juicio, para el enfoque de los problemas que teníamos entonces en cuanto a la formación de los comunistas. En mi primer contacto con el Comité de Radio de la zona minera, muy importante por el número de afiliados y porque estaba enclavado e pueblos de influencia comunista, sucedió de la siguiente manera. Abierta la reunión, el secretario que lo era Martín, apodado “Petaca”, empezó preguntando a los asistentes cómo está la cuestión de las pistolas, cuántas balas tenían en depósito, si ya se habían preparado las bombas de que habían hablado. Es decir, el Comité de radio se ocupaba en primer lugar y exclusivamente en aquel caso, por lo que me pude enterar después, de hacer la revisión de los pertrechos de guerra. Este era realmente el trabajo principal del Comité de Radio, además de cobrar las cotizaciones. “Petaca” tenía gran autoridad porque había estado algunos años preso en el penal de Burgos a causa de un hecho donde habían hablado las pistolas. Yo hice las observaciones pertinentes en cuanto al enfoque por parte de Petaca de las actividades del Comité de Radio, que yo como Secretario del Comité Regional no había ido para eso, que eran los problemas del Partido y su labor lo que interesaba examinar, etc.
Ante mis palabras –la reunión se celebraba en un monte- Petaca se levantó y se marchó. Los demás no dijeron nada sobre esta actitud. Pude enterarme de que las ocupaciones más importantes del Comité de Radio eran esas que yo había interrumpido con mi intervención.
Merece la pena prestar alguna atención a las andanzas de Hernández en lo que tiene relación con Vizcaya en este periodo. En el mes de julio de 1931 se presentó allí procedente de Madrid. No nos comunicó nada en cuanto a su misión, si traía misión, ni nos hizo saber ningún encargo de la dirección del Partido, de la cual formaba parte, ni con qué fines u objetivos venía. Para mí esto fue siempre un enigma que no pude aclarar. Si puedo decir que no tenía dinero, pues Gallo, tesorero del Comité Regional se me quejó alguna vez de que Hernández le pedía dinero para sus gastos personales.
Hernández empezó su actuación en Vizcaya en este periodo, convocando a los parados, haciendo discursos incendiarios en reuniones con estos. Lo curioso, por lo menos, es que en esas reuniones se presentaba con anillos muy brillantes en los dedos, con un alfiler de brillantes en la corbata y fundas de botines, lo que producía, como es comprensible, un efecto desastroso. Se dio cuanta y prescindió de presentarse en las reuniones de parados como un marqués cualquiera. Su situación no era clara pues no sabíamos si aún era dirigente nacional del Partido o qué pasaba con él, si pasaba algo, pues de Madrid nunca dijeron nada sobre el particular.
Bajo su influencia e inspiración nos abocamos al hecho siguiente. Para el primero de agosto de 1931, aniversario del desencadenamiento de la primera guerra imperialista, y siguiendo las instrucciones de la dirección del Partido, habíamos organizado una manifestación en Bilbao. Los llamamientos los había hecho Hernández y cuyo tono parecía anunciar la Revolución Mundial para el día de la manifestación. El caso es que nos reunimos cerca del Arenal, lugar designado para hacer la manifestación unos centenares de militantes. Antes de la hora que habíamos marcado para la celebración de la manifestación, la Plaza del Arenal estaba ocupada militarmente por la Guardia Civil.
En contactos con los camaradas, especialmente con los procedentes de la zona minera me enteré de que estos habían venido cargados de bombas y granadas fabricadas por ellos, aparte de las correspondientes pistolas. Al conocer esto y ver la situación que había y la que se crearía si la manifestación se efectuaba, como estaba previsto, reuní al Comité Regional y a Hernández y les dije en tonos enérgicos que debíamos suspender la manifestación, pues de otra manera aquello sería una hecatombe. Nadie dijo nada en contra y al comunicar a los camaradas que la manifestación se suspendía a la vista de la situación, los camaradas de la zona minera protestaron que “si haber (sic) si para eso se les había llamado, que no vendrían más a Bilbao, etc”. Hernández dio un mitin relámpago delante de algunas docenas de personas, en sitio bastante alejado de aquel donde se había previsto la manifestación, sin mayores consecuencias (…)
Lo que había sucedido era muy simple: Hernández, al margen de la dirección regional del Partido, se había puesto de acuerdo con los camaradas, de la zona minera sobre todo, para dar a la manifestación ese carácter, de que de producirse se hubiera transformado, sin ninguna duda, n una verdadera carnicería de comunistas. Las bombas y las granadas estaban destinadas a la fuerza pública, en este caso a la Guardia Civil (...) No puedo pronunciarme de forma categórica sobre los verdaderos motivos de esta y otras acciones de Hernández. Este tenía una formación pistoleril, no se si en Madrid. Bullejos, por ejemplo, le había hecho indicaciones en este sentido, de provocar algo que hiciese mucho ruido, aunque fuese a costa de la vida de muchos comunistas; puede ser que se tratase de valorizarse o de revalorizarse a los ojos de la dirección del Partido con actos de esa naturaleza. Puede ser que se tratase de la obra de un provocador. Son incógnitas que para mí aún quedan en el aire. Si se pude afirmar que en esta línea de conducta Hernández fue consecuente, como lo demuestran los hechos que se sucedieron poco después, acaecidos en la calle Somera de Bilbao.

Fragmentos de las memorias de Vicente Uribe: el PCE y las Juventudes Comunistas en Vizcaya en los años 20 (III)

Vistas algunas cuestiones desde el ángulo histórico en el proceso de formación del Partido en Vizcaya, aparece en el mismo un fenómeno de extremismo en política y de medios y métodos tomados del arsenal anarcosindicalista, de violencia individual para resolver las luchas. En algunos casos esto dejó huellas duraderas en el carácter y comportamiento de los comunistas que se prolongó durante años y dejó muchas huellas de tipo sectario-dogmático en la formación de los militantes y en la comprensión del papel dirigente del Partido.
Aunque el anarcosindicalismo no tenía raigambre en Vizcaya, la aureola con que se rodeaba a los sindicalistas en Barcelona produjo ciertos efectos en algunos grupos de jóvenes comunistas; tras la aureola vino cierta copia de métodos anarcosindicalistas, que aparecía de hecho ante los ojos de algunos como lo más revolucionario; había que ser más revolucionarios que los anarquistas y por cierto que en algunos casos se fue tan lejos como los anarquistas en el empleo de esos métodos. Y también la degeneración de esos grupos, tanto dentro del P. como en su relación exterior. Algunos de parte de lo que se apropiaban y otros empezaron a “trabajar” por su cuenta y alardeaban de sus “hazañas” en los barrios altos de Bilbao que tienen la misma significación que los barrios bajos de Madrid. La mayor parte de ellos no trabajaban o trabajaban muy poco y estaban desligados del grueso de la clase obrera a la que esta clase de hazañas le producían muy mal efecto y no las aprobaban.
(…) El extremismo en política llegaba a estos extremos presenciados por mí: En la Agrupación comunista de Sestao se pasaron varios días discutiendo si aceptaban las condiciones de vida legal del Partido, es decir, las posibilidades de trabajo legal y abierto que se podía realizar durante el régimen monárquico constitucional, porque muchos lo consideraban atentatorio a la dignidad de revolucionario aceptar y aprovecharse de las pocas libertades que concedía la monarquía. No queremos nada concedido por la burguesía, decían, se lo arrancaremos, como si lo poco logrado hasta entonces no fuese también arrancado y logrado después de decenas de años de lucha de la clase obrera y de las fuerzas democráticas españolas (…)
Después de este periodo que señalo hubo una gran huelga de mineros contra la rebaja de los salarios dirigida por los comunistas que no se realizó bajo el signo del frente único [los socialistas emplearon] la violencia de las pistolas contra los delegados del Sindicato minero designada por nosotros. Fue cuando Bullejos resultó herido por las pistolas de los socialistas.
Mis recuerdos es que la fuerza numérica del Partido empezó a disminuir: muchos que se hallaban en él en los primeros momentos lo fueron abandonado [además del aumento de la represión].
A mi regreso del servicio militar, mediados del 26, habían desaparecido las Juventudes Comunistas de Sestao y Baracaldo y más militantes del Partido habían abandonado sus filas. Se procedió a reorganizarlas con gentes nuevas y se logró en breve plazo constituir dos núcleos en cada sitio (…) Una causa o pretexto de la desaparición de las Juventudes fue que para muchos miembros de la Juventud había llegado la hora de casarse y hacerlo, bien porque no pudieran vencer los prejuicios de las interesadas o por otra razón, el caso es que al casarse por la iglesia, cosa que aparecía como una traición, no solo a los ojos de los comunistas, sino también a los ojos de los obreros, que exigían que los comunistas fuesen enteramente fieles a lo que decían defender. El caso es que muchos se desfondaron, paralelamente al hecho matrimonial, incluyendo algunos dirigentes en la escala local que en múltiples ocasiones habían dado grandes muestras de abnegación, entusiasmo y combatividad. Está claro que en las circunstancias de entonces casarse por la Iglesia para un revolucionario aparecía como el acto de un renegado y todo el mundo lo aceptaba así, empezando por el interesado, y perdía toda autoridad personal política.
(…) La fuerza de la Juventud Comunista en España en aquel momento era muy escasa y después de la detención de la dirección de la misma junto con Bullejos, apenas se mantenía relación orgánica con los núcleos que existían.. Aparate Vizcaya y Asturias que no querían saber nada con la dirección, había algunos grupos diseminados. Del Barrio fue el secretario hasta que apareció Etelvino Vega, nombrado secretario por equivocación en el nombre, pues quien preveían los de arriba era Carlos Vega, su hermano, para el citado cargo. El caso es que lo más importante de la labor de Del Barrio como Secretario fue desarrollar la idea de la liquidación de la Juventud Comunista, decía que para hacer la Revolución no hace falta organización independiente de la Juventud; los bolcheviques habían hecho la revolución sin tener organización juvenil. Así, para Del Barrio, las dificultades de entonces (…) se resolvían simplemente liquidando la organización. Ignoro si Trilla participaba de esa opinión, sí puedo afirmar que Del Barrio comunicó a la IJL sus “geniales ideas”, donde tuvo la acogida merecida. Trilla debió haber acudido al V Congreso de la IC en 1928, pero se escabulló y mandó a Del Barrio.
En este periodo el reformismo del Partido Socialista tomó el camino más abierto y descarado de colaboración de clases y colaboración política con la dictadura de Primo de Rivera. En el plano local, en las asambleas del sindicato UGT, los jefecillos locales declaraban abiertamente con todo cinismo “la lucha de clases ha terminado”, “ha empezado la era de la colaboración de clases para la realización del socialismo”. En el aspecto práctico inmediato, los dirigentes locales se convertían en auxiliares directos de la policía contra los comunistas. Los comunistas más destacados y conocidos y, por lo tanto, de mayor autoridad personal entre los obreros, habían sido expulsados de la UGT con el pretexto de que luchaban contra la dirección del Sindicato. Pero no se limitaba a esto la acción de los dirigentillos socialistas. Yo he estado presente en asambleas del sindicato metalúrgico en Baracaldo y Sestao, donde esos individuos denunciaban a los comunistas, pronunciando sus nombres y apellidos, que repartían materia clandestino del Partido en las fábricas (…) Resultado de esas “hazañas” fue que algunos comunistas, miembros del sindicato, fueron a parar a la cárcel, la policía estaba presente en las asambleas y tomaba buena nota de los nombres de los comunistas denominados, aparte de que no se pueda excluir que por otros conductos menos abiertos ya se lo hicieran saber.
(…) En este periodo encontrábamos bastante apoyo en los obreros influidos por las ideas del nacionalismo vasco, especialmente en el aspecto solidario (…) Nuestra defensa de los derechos nacionales vascos creaba un clima de cierta confianza política entre ellos y nosotros.
(…) Formado el grupo juvenil en Baracaldo, buscábamos miembros y cuando ya estaban “maduros” les proponíamos matar al jefe de la guardia municipal que era el tipo más odiado del pueblo. Si aceptaban entraban en la Juventud, si no dábamos largas al asunto y estudiábamos sus características de supuesta valentía. En este aspecto el sectarismo tomaba sus modalidades más extensas y creábamos una idea falsa del partido, de la Juventud y de los comunistas. No hace falta extenderse sobre su repercusión en cuanto al reclutamiento que era muy escaso. Por otra parte éramos adversarios de lo métodos de violencia individual, no teníamos ninguna simpatía por las formas de actuación e inquietudes de la mayor parte de los jóvenes de Bilbao, por ejemplo. La dirección de estos, ya capitaneados por Hernández, nos trataba de oportunistas porque no nos dejábamos llevar por sus métodos. Al proceder a poner las condiciones antedichas queríamos poner a prueba a través de propuestas extravagantes y falsas, si ya estaban duros y dispuestos a todo por la Juventud Comunista. Todo favorecía tales prácticas perniciosas y deformadoras del carácter del P. y de la juventud.
(…) Después del 23 abundó el trabajo. Las fábricas estaban en plena actividad y expansión (…) La industria mecánica, las grandes fábricas de construcciones navales y las dedicadas al material ferroviario trabajaban con gran intensidad y absorbían nueva mano de obra (…) Los salarios rebajados en 1922 recuperaron una parte en 1923, con la huelga ya señalada y de hecho para núcleos considerables de obreros, sobre todo los de mayor calificación, los salarios eran mayores que en 1922 antes de la rebaja. (…) Se trabajaba bastante a destajo, los patronos lograban grandes beneficios con la intensificación de la producción y algunas categorías de obreros sacaban salarios suplementarios que en ciertos casos llegaban hasta el 100% (…) Nuestros débiles intentos contra los destajos, exponiendo cómo esto representaba una superexplotación y que la clase obrera lo pagaría más adelante, no encontraban eco. Ante la ventaja inmediata los obreros, aunque reconocían que quizás teníamos razón, cedían por encima de cualquier otra consideración.
Solo una pequeña minoría de obreros se ocupaba de política y estaban atentos a las vicisitudes de la vida del país (…) Algunos nos llamaban pelmas porque, según ellos, no había llegado aún la hora de ocuparse de política, esto era sobre todo en la juventud. Aunque estos mismos en las fábricas en las cuestiones de trabajo, solidaridad y conflictos mantenían una buena actitud de clase.