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Estudios sobre la historia del movimiento comunista en España

Informe de Fernando Montoliú sobre los acontecimientos finales de la guerra civil, desde el golpe de Casado ( y II )

Informe de Fernando Montoliú sobre los acontecimientos finales de la guerra civil, desde el golpe de Casado ( y II ) No lejos de Madrid sin poder precisar dónde encontramos las primeras dificultades que fueron resueltas con relativa facilidad.
Fuimos detenidos por unas fuerzas que si mal no recuerdo mandaba Liberino (socialistas).
Yo iba vestido de civil, por el contrario Carro iba de uniforme.
Antes de que me interrogaran (…) nos llevaron ante un comandante corpulento y en aquél momento tenía muy mal genio.
Me presenté a él como un enlace del general Miaja en servicio de inspección y para encontrar una salida a aquella lucha fratricida. No me acuerdo de que me haya pedido ningún papel de identificación. Nos sentamos al borde de la carretera en lo hondo de la cuneta. Comencé por preguntarle por el estado de la moral de sus fuerzas, las posiciones de cada una de las fuerzas y de sus necesidades.
En ese mismo momento y muy cerca de nosotros estalló un obús de artillería tirado por nuestros camaradas (el combate duraba ya más de una hora).
Liberino de muy mal genio me dijo: “Dígale Ud. al general que lo que necesito son muchos cañones”. Vea Ud. mismo que el enemigo (nuestros camaradas) no nos tiran con mantequilla.
Saqué papel y pluma y escribí:
“Cañones para Liberino”.
Mi objetivo no era ver a Liberino sino llegar a Madrid, sin embargo en todo aquel maremagnum había que saber nadar y orientarse. Me explicó las posiciones de las fuerzas respectivas y el camino a seguir para no caer en manos del “enemigo”. Nos despedimos y nos deseamos respectivamente mucha suerte.
Proseguimos nuestra ruta hacia Madrid sin poder precisar la hora exacta de la llegada.
Carro se acordará mejor que yo de todas las peripecias (…) que debimos atravesar y de todos los tiros que partían de todas partes y en todas direcciones.
Una vez en Madrid el problema era de encontrar al Comité Provincial.
Todo ello me es confuso y no puedo acordarme en qué momento preciso una camarada de la juventud se incorporó a nosotros. Si mal no recuerdo es ella la que nos dijo dónde se encontraba el Comité Provincial de Madrid.
Recuerdo que en la calle Alcalá y me parece Plaza de la Independencia (donde mataron a Dato) los tanques ocupaban la plaza y el medio de la calle. Más tarde supe que eran nuestros.
Atravesamos la calle y nos dirigimos a la calle Serrano, la casa que ocupa el CC. Allí estaban las fuerzas enemigas.
(Haciendo un inciso quiero decir que me habían sido muy útiles los consejos que Togliatti me había dado en Valencia: “Tú nunca digas quien eres, antes de nada trata de saber a quién pertenecen las fuerzas”. Antes de nada “dónde está nuestro E. Mayor”. “Dónde están nuestras fuerzas”. “No olvides que la audacia en esta situación cuenta mucho”. NO olvides, “Dónde están los nuestros”.
Todo esto y lo que no me acuerdo me lo decía entre broma y serio y todo ello de apariencia anodina me resultó muy útil en todo aquel periodo).
Y así fuimos atravesando diferentes zonas, unas nuestras y otras enemigas.
Me parece que es la calle Velásquez donde nos echaron el alto de nuevo unas fuerzas que bien armadas de ametralladoras nos pusieron contra la pared y me era fácil aplicar el consejo ya que a nada quería responder. Por fin nos dijeron bajar los brazos y ante la acumulación de varios soldados y la llegada de un teniente comprendí que eran fuerzas guerrilleras. Les hablé y pregunté por el camarada Hungría. Esto les metió en confianza y al ver mi documentación de miembro del Partido todo se puso en claro.
No puedo precisar si fueron los guerrilleros o los camaradas de la juventud (…) nos condujeron hasta el Comité Provincial de Madrid.
Así atravesando diferentes zonas, unas veces valiéndonos del salvoconducto de Miaja, otras del documento de miembro del Partido conseguimos llegar hasta el puesto de mando del Partido.
No puedo acordarme si a la Ciudad Lineal o Ciudad Jardín o Fuencarral. Solo me acuerdo que allí encontré al Partido y que había llegado al objetivo fijado de avance.
Apenas puedo acordarme de los comunistas que allí había, de los que más guardo un vago recuerdo son Diéguez, Mendezona, Jiménez y me parece Ascanio.
Aquello estaba invadido de camaradas de una actividad febril, oficiales del ejército y hombres de civil entraban y salían constantemente para cualquiera que llegaba del exterior como yo no había ninguna duda que allí residía un estado mayor y se sentía una intensa actividad de estado de guerra. La moral era buena. Los camaradas estaban poco al corriente de lo que pasaba en el resto de España.
Se celebró una reunión del Comité Provincial; tengo idea de haberles informado del documento del Partido publicado en Valencia y (…) haberles llevado un ejemplar.
Se examinó la situación a la vista del informe. Supongo que los camaradas habrán informado con detalles este periodo.
Allí se acordó pedir una entrevista al coronel Casado a la que yo debía asistir.
Para ello me pusieron en contacto con el coronel Ortega que en aquellos momentos ocupaba un chalecito de los alrededores de la plaza de toros (vieja).
Al llegar a casa de Ortega este me parece que ya estaba informado de mi visita. No obstante le expuse el motivo que me llevaba ante él y sin ninguna vacilación después de haber terminado mi exposición cogió el teléfono, hizo el número y alguien respondió. Ortega dijo:
Aquí el coronel Ortega. Desearía hablar al coronel Casado. Le mandaron esperar y después de algunos minutos se entabló el diálogo siguiente. (Doy lo más aproximadamente pues no es posible acordarme de todo):
- ¿Coronel Casado? Aquí el coronel Ortega. A mi lado se encuentra un miembro de la dirección del Partido Comunista, que desearía tener una entrevista con Ud.
- Ud. sabe Ortega que en este asunto yo no estoy solo y que debo consultar con mis amigos.
- Se que tienes cosas muy importantes a decirle y proposiciones a hacerle.
- Antes veré si puedo recibirle mañana a las 11 de la mañana.
-Ortega: ¿Qué garantías me da usted, mi coronel, de que no va a detenerlo?
- Mi palabra de honor.
- ¿Es que Ud. no podría recibirle ahora mismo? No tardaría en llegar.
- Casado: El caso es, Ortega, que en estos momentos [tengo] unos amigos ingleses y no se cuándo estaré libre.
- Ortega: Bueno, mi general (sic), mañana a las 11 de la mañana.
- De acuerdo.
Con el resultado de esta conferencia telefónica volví al CP. Se celebró una nueva reunión y se llegó a la siguiente conclusión:
1º Que 24 horas era mucho esperar.
2º Que las garantías no eran suficientes.
3º Que lo más importante era volver a Valencia a informar a la dirección del Partido.
4º Volver a Madrid con instrucciones.
No se si los acontecimientos que relato siguieron en orden cronológico, es mucho el tiempo que ha pasado y muy difícil poderlos relatar unos detrás de otros.
No puedo situar en qué momento visité a Rodríguez Vega.
Sin embargo me acuerdo muy bien haber tenido una entrevista con él.
Si mal no recuerdo era por la calle Fuencarral. Allí había varias personas y no podía saber quien me indicó que allí estaba Rodríguez Vega. Subí al piso y a la persona que me recibió le pedí ver a Rodríguez Vega. Preguntó de la parte de quien y le hice saber que era un miembro de la dirección del Partido Comunista. Vega salió inmediatamente y me invitó a entrar en el despacho.
Me encuentro frente a un hombre enfermo y su aspecto no reflejaba ninguna vitalidad.
Allí esperaba ¿Qué?
Le expliqué el objeto de mi visita. Hablé de lo injusto del final de la guerra; de la traición de la junta; de la capitulación; de la necesidad de llegar a un compromiso para replegarnos unidos, de lo canalla que era entregar al franquismo los rehenes comunistas, del juzgamiento que en su día haría nuestro pueblo de la conducta de cada partido y de cada uno de nosotros.
En honor a la verdad debo decir que de su boca no salió una sola palabra en defensa de la junta y mismo ante una pregunta concreta mía, como es la cuestión presos, rotura de la unidad antifranquista, etc. Sin ser muy enérgico dio a entender que estaba de acuerdo con nuestra posición. Me dio la impresión de un hombre vencido, porque en el fondo de su alma comprendía que el Partido Comunista tenía razón.
Esta apreciación hacia mí me llevó a hacerle una proposición concreta.
Le propuse me acompañara a visitar ciertas personas de la junta a fin de llegar a un entendimiento que pusiera fin al derramamiento de sangre entre las fuerzas antifranquistas y que habían luchado juntas desde el primer día.
A fin de podernos situar unidos frente al franquismo, a fin de tratar de rehacer una pequeña unidad para salvarnos todos juntos.
Me dio la impresión de comprender muy bien el alcance que tenía la “paz honrosa”.
Ante mis dudas de esa paz y cuando le decía que Franco continuaría la represión contra el Partido para luego pegarle a los demás, asiente con la cabeza. Creo que veía claro, pero estaba vencido al avance. Le costaba mucho reaccionar.
No quiso aceptar mis proposiciones, sin embargo se notaba en él el deseo de hacer algo.
Me costó mucho arrancarle de su mutismo y si bien no quiso acompañarme no se negó a coger el teléfono para hacer ciertas gestiones, y a nuestra petición telefoneó a varias personas cuyos nombres no me vienen todos a la memoria, sin embargo me acuerdo que llamó a Besteiro y Casado entre otros.
Las conversaciones con estas personas giraron en torno a lo que con él se había discutido y puedo afirmar que planteó muy correctamente principalmente el problema de los presos. De la conversación resultaba que estas personas le prometieron interesarse en la cuestión y se hicieron algunas promesas de que no serían entregadas al franquismo.
Consultó con algunas otras personas, pero como digo más arriba no me acuerdo de los nombres.
Me prometió ocuparse del asunto y luchar todo cuanto pudiera por nuestros camaradas.
Nos quedamos, si puede decirse, como amigos y guardo un buen recuedo, a pesar de sus debilidades, de su actitud. De esta actitud di cuenta a su debido tiempo a la dirección del P. en Valencia.
En conclusión se puede decir que el Partido hizo cuanto a su alcance estuvo para ayudar a la liberación de nuestros camaradas detenidos como rehenes por la junta. Y a la posibilidad de una retirada todos juntos para salvar el ejército republicano, en honor a la verdad debo decir que Rodríguez Vega estuvo de acuerdo con estos objetivos y si bien es posible que no hiciera todo lo que podía, sin embargo sus intervenciones telefónicas fueron claras y reflejaban este sentido.
No puedo precisar se di estos informes al CP, pues como digo me es imposible reconstruir cronológicamente los acontecimientos.
En las reuniones del C. Provincial se estimó que era mucho esperar (24 horas) para dar al coronel Casado y que lo más urgente en aquellos momentos era volver a Valencia, informar a la dirección del P. y volver a Madrid con nuevas instrucciones con arreglo a la situación general.
No se si es en el primer viaje o en el segundo que las instrucciones dadas por la dirección eran ya las de evacuar los cuadros del Partido. Los camaradas se acordarán posiblemente mejor que yo.
La reunión del C. Provincial se terminó muy tarde y no puedo acordarme en qué momento preciso perdí de vista a Casto.
Serían aproximadamente las 10 de la mañana cuando me puse en viaje hacia Valencia. Salí de la zona que controlaba el Partido, no era difícil, sin embargo unos momentos más tarde había que entrar en la zona que controlaba la junta y allí de nuevo fui detenido por unos soldados en armas.
La cosa fue bastante espectacular ya que era “un individuo que venía de la zona comunista”. Aquello comenzaba a tener un carácter agrio (…) y después de forcejeos verbales me llevaron a una casa y allí sobre la mesa pusieron el salvoconducto de Miaja y mi documentación de miembro del Partido (se trataba de una carta con una fotografía y mi nombre en la que se decía que era miembro del CP de Madrid). (Esta carta la poseíamos todos los miembros del CP desde el comienzo de la guerra).
La carta fue de mano en mano y era lo único que les interesaba.
No negué ser miembro del Partido pero esto no era suficiente. Se explicó el motivo del viaje, el punto de vista diferente del de la junta, la necesidad de un repliegue de todas las fuerzas antifranquistas unidas.
Se abrieron dos puntos de vista distintos sobre que habían de hacer conmigo. Allí presente se encontraba un teniente, de una estatura media y más bien delgado, hasta ese momento no había intervenido. Las discrepancias continuaban en aumento hasta que alguien propuso como solución llevarme ante “el compañero Mera y que él decida”.
En ese momento supe que me encontraba en manos de las fuerzas de Mera.
A decir verdad, pensé que mi actividad había llegado a su fin y explicaré por qué.
Pensé enseguida en nuestro pasado y en nuestra actividad común en el seno de la FAI y pensé en la última reunión con él (…) Perteneciendo a un grupo anarquista que (…) se llamaba “Los Iconoclastas” con los camaradas [aquí unos nombres] se reunió un pleno de la FAI en el Pardo para juzgarnos como “agentes al servicio del oro de Moscú”. Dicho pleno acordó nuestra expulsión de la FAI.
Una reunión de ese género ya podéis imaginaros cómo se suele desarrollar.
(…) Todo el mundo miraba a Mera (en aquella época, la palabra de Mera era la quue sentenciaba) y en honor a la verdad Mera no abrió la boca. Votó la expulsión pero no dio prueba de ir más lejos. Seguramente no estaba muy convencido de la paparrucha del “oro de Moscú”. Sin embargo, creo que por infantilismo dimos la “prueba” nosotros mismos.
Al fin expulsados y terminada la reunión nos cayeron los epítetos más bonitos que se puedan oír y en esa atmósfera sobrecargada, Cortijo se arrancó a cantar “La ley leninista”…. Hicimos coro con él y así nos retiramos del el Pardo a los gritos de “ahí está la prueba”. Esto me vino a la memoria y pensé que sin duda Mera él también se acordaría de ello.
Todos aceptaron la idea de llevarme ante Mera, salvo el teniente, que dijo aproximadamente estas palabras:
“Compañeros, con un documento firmado por Miaja no se le puede detener. Si bien es verdad que es comunista en cambio debemos respetar la orden de Miaja. Ya sabéis que el compañero Mera ha dicho de no disgustarle si no es algo grave (según supe llevaba varias noches sin dormir).
“Hay que dejarle que continúe las gestiones por la paz”, etc.
Una sola vez nos encontramos las miradas y allí comprendí que en aquel teniente había algo más que un “compañero anarquista”. Su expresión en la mirada era el reflejo de todo un pensamiento en su cabeza pero que no podía exteriorizar abiertamente. Al fin terminó por convencerles y me pusieron en libertad para que continuase mi camino, reintegrándome (contra la voluntad de algunos) el documento de Miaja y mi documentación de miembro del P.
Continuamos mi viaje llegando a Valencia donde se informó a la dirección del P. de todo lo que aquí se dice. Lo que quedaba de la dirección del P. más los que se habían incorporado celebramos una reunión. Cada uno de los camaradas que habían estado a puntos distintos explicaron respectivamente la situación que habían encontrado en cada lugar y creo que es en esa reunión donde se tomó la decisión, ante la gravedad de la situación, de salvar los cuadros del Partido.
Y con este [objetivo] volvimos a salir varios camaradas a diferentes puntos de España. Se decidió que tenía que volver a Madrid. Si mal no recuerdo lo hicimos juntos con Larrañaga (si e realidad es así, supongo que él habrá informado). Recuerdo vagamente de otro viaje una parada en Ciudad Real (no estoy seguro) por el contrario estoy más cierto de un viaje a Sagunto a fin de sacar los cuadros del Partido.
De nuevo en Madrid se consiguió creo que caramente salvar al Partido, salvar al máximo posible de cuadros. Entre los camaradas que más me acuerdo de este periodo es la delegación del PSU en Madrid, a los que se les dio la consigna de evacuar Madrid hacia Levante.
Montiel, que se encontraba en una casa en la que había un papel en la puerta con un sello de la embajada americana, y que decía encontrarse bajo dicha protección, hizo resistencia a salir.
Miguel, a quien pude contactar y que exponiéndole el objeto de mi viaje no quería salir de Madrid. Me acuerdo vagamente de la conversación. Si este camarada vive podrá confirmar. Sostenía que él no podía salir sin el acuerdo de la IC. Me acuerdo haberle dicho que la dirección del Partido había decidido esto. Creo me respondió que él dependía de otra organización. Entonces, le hice saber que mi misión había sido bien especificada por Checa y Togliatti y que si bien este no me había hablado del caso de (Miguel) personalmente, en cambio nos había recomendado sacar el máximo de camaradas.
En este caso, dijo, acepto y salgo de Madrid. Me parece hicimos el viaje de vuelta a Valencia juntos. Me queda muy poco recuerdo de este viaje [porque hago una mezcla de los tres que hice].
Llegada a Valencia donde se celebra la última reunión a la que asistieron Togliatti y Checa.
Se acuerda la continuación del centro de dirección hasta el final de la guerra. La actividad principal que debíamos tener y permanecer al frente del P. hasta el último momento. Una vez perdida la guerra, tratar de salvarnos.
Me viene a la memoria muy vagamente un viaje en un coche y no puedo precisar ni dónde ni por qué de ese viaje. Sí me acuerdo que [iban] en el coche Checa, Togliatti, Cristóbal y el que suscribe. El detalle que más me recuerdo es que en medio de la conversación Cristóbal e alta voz empezó a cantar “Una mañana de niebla… y no hay quien pueda salir de aquí con un temporal”. Esto vino a interrumpir la conversación y recuerdo bien que Togliatti de todos sus dientes empezó a reír, Checa le siguió y la conversación tomó este otro carácter. No puedo acordarme de quien inició la conversación de “cómo habrá que ponerse para morir ante el enemigo”. Todo ello seguido de comentarios y riendo a pesar de la situación.
Por Valencia desfilaron esos días docenas de camaradas que iban y venían en todas direcciones. De todos ellos el que con más frecuencia me ha venido a la memoria en todos estos años es Claudín. Se dirigía al puerto de donde salía un barco con los camaradas (…) Al verme hablamos de mi viaje a Madrid y al separarnos me dijo “Si puedes hacer algo por Josefina, hazlo. Ya sabes en qué estado se encuentra”.
Así fueron desfilando docenas de camaradas y ya se veía el final de la guerra como inminente.
Nosotros mismos ya estábamos precavidos del fin próximo. Togliatti y Checa empezaron la preparación para salir, antes dejaron una serie de consignas a cumplir.
Por nuestra parte vimos la necesidad de la salida de estos camaradas. La última conversación con ellos después de indicarnos las cosas a hacer es aproximadamente la siguiente: “Bien, camaradas, el momento de separarnos ha llegado. Vuestra misión es manteneros al frente del Partido mientras halla hombres en pie de guerra. Después tratar de salvaros si podéis”.
Togliatti habló de la manera de llegar a pie hasta Francia y con su habitual tranquilidad y siempre del mismo carácter indicó una serie de caminos a seguir. Lo que más me acuerdo es que con frecuencia decía “por el Priorato” Es la primera vez que yo oía hablar del Priorato.
Y se puso a explicarnos toda una técnica de cómo se podían coger las gallinas de un gallinero sin despertarlas. Entre broma y serio dijo aproximadamente lo siguiente: “Las gallinas cuando duermen están subidas en unos palos. Si entras y tratas de cogerlas se despiertan y hacen mucho ruido (…) Las gallinas no pueden dormir con nada sobre sus patas, luego entonces, sin alumbrar, sin ruido y muy despacio hay que ponerles una mano encima de la pata y automáticamente y sin despertarse saca su pata para ponerla encima de la mano”. Después, y sonriendo, hacía el gesto de meter la cabeza de la gallina debajo del sobaco”.
Así, entre bromas y cosas serias, nos despedimos de esos camaradas deseándonos mucha suerte.
Los planes para nuestra salida quedaron establecidos; si mal no recuerdo el grupo estaba así compuesto:
Larra, Cristóbal, Ciutat, no se si alguien más y yo. Cristóbal se había provisto de las cartas de las regiones a atravesar y de una brújula.
Me parece que la última reunión que celebramos ya eran las últimas horas de la guerra.
Las personas allí presentes eran, entre otras, que me acuerde Larrañaga, Sosa, Navarro Ballesteros y yo, estaba la famosa Pili que formaba parte de todas las salsas. Con Larra hablamos de la necesidad de hacerla salir de allí. Larra, como más capacitado había planteado, pero solamente dijo “Aquí no vengáis a hacer carantoñas” y la cosa no fue más lejos.
Se inició la reunión exponiendo cada uno el estado en que se encontraban las fuerzas que veníamos de visitar y Larrañaga, que venía de visitar algunos jefes militares del Ejército de Levante hizo una proposición fuerte interesante.
Contrariamente al último punto de vista que se había dicho y a la decisión que se había tomado propuso la creación de la formación de una línea de resistencia de toda la parte de la costa que dominábamos hasta algunos kilómetros del interior. Esto nos permitiría poder resistir hasta llegar a un compromiso para la evacuación del Ejército.
A mí me parece que esto era acertado, sin embargo nadie siguió la proposición de Larrañaga y la debacle comenzó. Se dio la consigna de todos a Alicante. Apareció Charles Tillon para sacar la dirección del Partido y tratar de salvar algunos cuadros pero ya era tarde. La gran masa del Ejército y del Partido se concentró en el puerto de Alicante. Así caímos prisioneros.
Sin embargo el Partido continuó existiendo”.

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