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Estudios sobre la historia del movimiento comunista en España

Fragmentos de las memorias de Vicente Uribe: el PCE y las Juventudes Comunistas en Vizcaya en los años 20 (II)

El auge del movimiento obrero y democrático en Vizcaya, paralelo al del resto del país pasó por distintas etapas. Hasta el 22 y principios del 23 existía la firme convicción de la caída de la monarquía y sus sustitución por un régimen republicano (...) Las corrientes políticas fundamentales eran comunistas, socialistas, republicanos y nacionalistas vascos que en aquellos tiempos no se proclamaban republicanos; eran antimonárquicos, antirrepublicanos, antisocialistas, antidemócratas, no se titulaban anticomunistas, aunque nos incluían en lo que ellos llamaban “esas rojas muchedumbres extranjeras”. Era una fuerza mezcla de carlismo-separatismo-vasquismo que se apoyaba fundamentalmente en la zona rural de la margen derecha del Nervión, el antiguo bastión del carlismo y alguna influencia en capas de la clase obrera.
La huelga del 22 de los metalúrgicos, que duró casi tres meses, fue en ocasión en que la clase obrera metalúrgica debió hacer frente a una lucha defensiva de su nivel de vida contrariamente a lo sucedido anteriormente a partir del 16-17 (...) Como es sabido, hasta entonces la clase obrera arrancaba mejoras casi sin lucha, me refiero a la lucha huelguística. Bastaba con las peticiones unánimes de los obreros y su actitud resuelta para obtener mejoras para que los patronos cedieran ante las demandas obreras. No podían resistir el empuje de los obreros, su organización y su espíritu combativo; podían ceder ante las reivindicaciones obreras porque durante el periodo de la primera guerra imperialista e inmediatamente después, obtuvieron ganancias fabulosas. En el 22, los patronos presentaron su “reivindicación” de disminuir los salarios de los metalúrgicos en el 12 por ciento (...) El Partido ya defendía la táctica del Frente Único, la unidad de acción de los obreros sin distinción de tendencias para la lucha por la defensa de las reivindicaciones económicas y políticas de la clase obrera.
La clase capitalista de Vizcaya aprovechó la mejor coyuntura (...) para desencadenar su ofensiva contra los salarios obreros. La crisis mundial de sobreproducción hacía estragos y la industria sidero-metalúrgica ya no tenía los pedidos mundiales que habían sido fuente principal de sus ingresos y beneficios. Aunque la industria pesada española era raquítica en comparación con otros países capitalistas, el mercado interior en aquel periodo más raquítico todavía.
(…) La política de Frente Único, defendida y preconizada por el partido, fue acogida con gran entusiasmo por lo obreros y toda la huelga transcurrió sobre la base de este principio táctico fundamental de unidad de acción obrera (…) En el comité de huelga participaban comunistas, socialistas y sindicalistas, aunque estos tenían muy poca influencia entre los obreros de Vizcaya. En el comité de huelga tenían mayoría comunistas y sindicalistas, partidarios de la resistencia a ultranza y de no ceder en ningún caso. Los socialistas eran ya partidarios de acomodarse, de ceder, pero ese no era el estado de ánimo de la clase obrera, no podían, como hicieron después con los mineros, oponerse abiertamente a la lucha contra la ofensiva de los patronos, bajo el lema miserable y capitulador de “repartamos la miseria”.
Una característica de la huelga, además de la unidad de los obreros, fue su carácter completamente pacífico. No hubo ningún incidente que yo recuerde. Se realizaban las asambleas obreras en las plazas públicas donde el comité de huelga daba cuenta de su gestión y las asambleas se pronunciaban sobre ella y sobre la conducta a seguir.
La solidaridad de las otras capas de la población fue formidable. Pescadores y aldeanos entregaban parte de sus mercancías gratuitamente a los huelguistas. Los comerciantes daban artículos imprescindibles a crédito hasta que prácticamente para muchos de ellos se agotaron sus recursos. Visto desde lejos, la más formidable huelga que registran los anales de Vizcaya a mi entender adoleció de un defecto, es decir, quedó encerrada en un solo marco, el carecer apacible, pacífico, tranquilo, quizás demasiado tranquilo. No había esquiroles, por lo tanto no había lucha contra ellos. La huelga se eternizaba, no se le veía el fin, el hambre empezaba a hacer sentir sus garras en los hogares obreros, se acababan los recursos de todos. Se veía claro el propósito de los patronos de vencer por hambre a los obreros. Sin pretender que el recurso a la violencia fuera una forma de resolver el dilema que planteaba la situación creada por la actitud de los grandes capitalistas, sí me parece que desde el punto de vista de la táctica de la lucha, cuando ha transcurrido un cierto espacio de tiempo, debe enfocar el hacer su frente con más medios que la resistencia pacífica, como se desarrolló en estas circunstancias. Buscar más medios de presión sobre los capitalistas cuando todavía hay posibilidad me parece una necesidad. Por ejemplo, se pudo haber puesto en práctica un medio de acción como el siguiente: concentrar todos los huelguistas en Bilbao, en son de advertencia y amenaza, marchar por la capital los miles de huelguistas, cosa que en otras ocasiones se había hecho con los mineros, hubiera sido útil (…)
Vino luego el problema de cómo terminar la huelga. Llegó un momento en el que apareció claro que la huelga no podía continuar, la capacidad de resistencia tocaba su fin. Ya no había qué comer y en los hogares obreros faltaba de todo.
Los representantes del Partido y los sindicalistas, mayoría del Comité de huelga, cuando llegó la hora de negociar sobre la base de aceptar una rebaja en los salarios, única forma que apareció entonces como medio de poner fin a una huelga que se hacía insostenible, se retiraron del Comité y cedieron el puesto a los socialistas. Así finalizó la huelga con una rebaja del 8% en los salarios en vez del 12% que se proponían los patronos. De esta manera, los comunistas, buenos dirigentes en la lucha y animadores de ella, no encontraban el camino más apropiado para poner fin a un conflicto que no podía continuar porque los obreros no podían más (…) En este caso me parece que los comunistas hubieran procedido mejor continuando al frente de la huelga y saber terminarla lo mejor posible cuando ya aparece como imposible continuar por el agotamiento de los obreros.
Pero no procedieron así, sino que se retiraron (…) porque se mantenían en el principio de todo o nada (…) Los comunistas no estaban preparados ni mental ni sicológicamente para negociar el fin de una lucha huelguística imponente que no terminaba con la victoria de los obreros. Es probable que ya en este caso tratasen de imponer esa línea de conducta al Comité Regional del Partido y a los dirigentes de la huelga los grupos de pistoleros formados por algunos jóvenes comunistas de Bilbao y algunos otros, capitaneados y estimulados por Bullejos que en diversas ocasiones, según he oído contar a Carro, trataron, por la violencia, de imponer su voluntad al Comité Regional del Partido. El caso es que el extremismo más extremo era el considerado como el más revolucionario (…) Negociar aparecía como una traición, hacer como los socialistas, y esto por nada del mundo se podía hacer entonces (…) La propuesta de solución de la huelga con la rebaja del 8% fue sometida a referéndum de los obreros que fue aprobada por mayoría, aunque un fuerte contingente, influido por el Partido, votó por proseguir la huelga.

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